miércoles, 19 de febrero de 2014

RELOJ DE ARENA



Otra vez vuelvo a estar encerrado en este reloj de arena. Así me siento, encerrado aquí dentro. En el tiempo. Cuando toda la arena pasa al otro lado, lo único que puedo esperar es que alguien vuelva a girar otra vez el reloj para volver a empezar. Así una y otra vez sin ningún otro aliciente. Lo único distinto en este reloj es que no tiene arena, sino cuchillas. Este es un tiempo distinto. Es un tiempo que duele. Y duele mucho. Es como si tuviera esas cuchillas de tiempo clavadas en las entrañas y cada minuto que pasa, esas cuchillas giran haciéndome daño. A un ritmo constante. Para que no llegue a acostumbrarme al dolor. Para que en ningún momento olvide que el dolor está ahí y sigue doliendo. Duele mucho. Reflexionando me he preguntado a dónde va a parar ese tiempo. No va a parar a ningún sitio. Como muy lejos se va al otro lado del reloj de arena para volver a aplastarme cuando vuelva a girar. No hay mucho más. No se cuántas veces ha girado ya el reloj. ¿Qué más da? todo es igual. Siempre es lo mismo. Cada vuelta es igual que la anterior. Mi esperanza podría ser el descanso de la noche, pero tampoco lo es. La noche me aterra. Cuando me meto en la cama e intento dormir mi cuerpo sigue con esa sensación de girar y girar una y otra vez dentro del reloj. Cuando por fin me duermo, me despierto constantemente con el zarandeo del mismo reloj. Con los pinchazos del tiempo clavándoseme en el alma. Y vuelta a empezar. Ya no es que no tenga fuerzas para salir de este reloj. No las tengo ni siquiera para intentarlo, ya que, por otra parte, no quiero compartir este reloj con nadie. Siento que si alguien me viera aquí dentro, sufriría innecesariamente, y, por otra parte seguro que este dolor me dolería mucho más. Entre vuelta y vuelta he ido pintando de negro el cristal de este reloj, para que nadie pueda ver a través de él. Sé que quizá no sea lo correcto, pero es lo que siento y no soy capaz de hacerlo de otra forma. Duele mucho.

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